Después del descubrimiento de América, muchos judíos,
"marranos" o "portugueses", según se les denominaba en la
época, se entusiasmaron con la idea de venir al Nuevo Mundo como una
alternativa para evadir la persecución de las autoridades españolas. Así, el
grueso de la inmigración judía se efectuó durante los primeros años de
ocupación y conquista, cuando aún no se establecía la Inquisición en las
tierras recién descubiertas. Esta aparente tranquilidad sólo duró hasta 1528
cuando, uno de los conquistadores de México, Hernando de Alonso, fue quemado en
la hoguera junto a otros judíos en el primer "auto de fe" celebrado
por la Inquisición en América. En 1570, llegó a Lima el inquisidor Serván de
Cerezuela y al año siguiente se estableció la Inquisición en México. En estas
circunstancias la costa de Venezuela se transformó en el camino más expedito
utilizado por los "portugueses" para ingresar al nuevo continente. No
obstante, en 1610, se estableció un tribunal de la Inquisición en Cartagena de
Indias lo cual obligó a los judíos a buscar nuevas rutas. Una de éstas se
dirigió por el Atlántico hacia el sur lo que implicó que, desde principios del
siglo XVII, se estableciera un importante núcleo de "marranos" en Buenos
Aires, el que se irradió al resto del cono sur.
Entre los primeros conquistadores de Chile también llegaron
descendientes de judíos entre los que destacaron Diego García de Cáceres,
Francisco de Gudiel, Pedro de Omepezoa, Alonso Álvarez, Juan Serrano Pedro de Salcedo
y el teniente general de la expedición de Diego de Almagro, Rodrigo de Oroño.
Sin embargo, uno de los casos más notables en la historia de los judíos en
Chile y América lo constituyó la trágica y heroica figura del cirujano
penquista Francisco Maldonado de Silva.
Con la independencia de Chile se flexibilizaron las
restricciones al ingreso de extranjeros lo que permitió el paulatino ingreso de
hombres y mujeres de distintas nacionalidades y credos religiosos al país. En
este escenario, durante la primera mitad del siglo XIX, arribaron judíos
franceses y alemanes a Valparaíso, mientras a que partir de 1850, llegaron
junto a los colonizadores que se radicaron en el sur de Chile. En 1860, la
apertura de la política de inmigración permitió el aumento de la afluencia de
judíos, mayoritariamente rusos y polacos. Hasta entonces, la comunidad hebrea
se adaptó a la realidad local, abandonó su identidad y se unió a la socidad
chilena a través del comercio y matrimonios.
Entre 1880 y 1930 se desarrolló una importante inmigración
de judíos desde el desintegrado Imperio Turco hacia nuestro país. Este
componente migratorio fue el generador de las instituciones y de la vida judía
como colectividad, identidad que se consolidó luego de la Primera Guerra
Mundial y la Revolución Rusa, eventos que motivaron el éxodo sefardita desde
Europa Oriental a América y Chile.
Sin embargo, la fase migratoria judía más significativa se
produjo a partir de la década de 1930, debido a la persecución nazi en Europa
Central y Oriental.
En este contexto, durante el segundo mandato del presidente
Arturo Alessandri Palma, se acordó con la comunidad judía, permitir el ingreso
de un número limitado de familias por año. A partir del gobierno de Pedro
Aguirre Cerda estas restricciones fueron eliminadas, generando un gran flujo de
refugiados judíos, lo que se vio revertido dos años después trás el escándalo
de corrupción en el que se vinculó a funcionarios de la cancillería en cobros
ilegales de dinero a cambio de agilizar los trámites de internación.
Sólo después de 1945, volvió a existir la política de
puertas abiertas hacia la comunidad judía.
fuente: Memoria Chilena (http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3505.html#presentacion)
fuente: Memoria Chilena (http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3505.html#presentacion)
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